martes, 10 de julio de 2012

EL REY CUERVO (parte 2)

La princesa dejó oir una de sus insolentes carcajadas y corrió escaleras arriba hacia sus habitaciones.Cuando el salón estuvo completamente desierto, el Rey Cuervo,que había oído lo dicho por el rey a su hija,salió de su escondite y se deslizó hasta la salida,donde esperaba su carroza.Una sonrisa vagaba por sus labios;aquella doncella,a pesar de sus burlas,habíale llegado al corazón y estaba dispuesto a casarse con ella.¡Ya sabría él domar su orgullo una vez que fuese su esposa!
Apenas amaneció el día siguiente,un harapiento pordiosero llamaba a las puertas de palacio,en demanda de alguna de las sobras de la fiesta de la noche anterior.
El rey ,que no había podido dormir ni siquiera un momento,atormentado por la insoportable actitud de su hija,al oir llamar a la puerta de palacio se asomó a un balcón y al ver quién era el solicitante,hizo que lo llevasen a su presencia.
-Si yo te lo ordenase-le dijo-¿te casarías con mi hija?
-Señor,como buen súbito de vuestra majestad-contestó el pordiosero-dispuesto estoy a cumplir todo cuanto me ordenéis.Con lo que el rey hizo llamar a su hija y,a pesar de sus protestas,hizo que allí mismo quedase convertida en esposa del pordiosero.Inmediatamente después salieron los nuevos consortes de palacio,dirigiendose hacia la lejana choza en que tenía su cobijo el mendigo.
Al principio la princesa se negaba a seguir a su marido,más éste ,de un empujón la hizo pasar delante suyo;después le mostró con un gesto el garrote que llevaba en la mano,con lo que la princesa no tuvo mas remedio que marchar delante del mendigo.
Caminaron horas y horas,hasta que la princesa,pese a que se habia propuesto no dirigir la palabra a aquel harapiento pordiosero,se dejó caer en el suelo y le rogó que le dejase descansar unos momentos.Accedió el pordiosero, y sentándose algo retirado de su mujer,abrió el zurrón que llevaba y,sacando un pan y un pedazo de queso,púsose tranquilamente a comer,sin invitar a la princesa;ésta ,que con tanto caminar sentía que se le había despertado el apetito,de buena gana habría aceptado compartir la comida con su marido;mas en vista de que éste no le ofrecía nada,se acordó de que era una  orgullosa princesa y prefirió pasar hambre antes que humillarse en solicitar un poco de alimento.
Con toda la cachaza terminó el mendigo su pan y su queso,y como ya se iba haciendo de noche se puso en pie y sin dirigir una mirada a su esposa volvió a ponerse en marcha.La princesa ,resentida con el pordiosero por no haberle ofrecido de comer,había decidido en su fuero interno que no le seguiría;mas al ver que éste se marchaba sin decirle una palabra,y temerosa de quedarse sola en el bosque,se levantó trabajosamente y fuese en pos de él.Aún caminaron un buen rato y cuando ya era noche cerrada llegaron a la vista de una pobre cabaña en la que entró el mendigo y tras él la princesa.
-Desde hoy-dijo el hombre-ésta será tu morada.Espero que sabrás tenerla limpia y aseada,toda vez que aquí hemos de convivir.-Sacó un trozo de vela de una alacena y,encendiéndola,ordenó a su esposa-:Enciende el fuego y mira si en el zurrón hay algo para la cena ,pués tengo mucho apetito y deseo comer pronto para echarme a dormir.
La desgraciada princesa se arrodilló delante del fogón,pero por más esfuerzos que hizo no consiguió enceder el fuego.Tras sus inútiles esfuerzos volvió el tiznado rostro hacía donde se hallaba el mendigo,el cual la había estado observando con los ojos medios cerrados,y con lágrimas en los ojos le dijo:
-Ya vez que por más esfuerzos que hago no consigo encender el fogón;te ruego me digas cómo se hace y prometo que la proxima vez sabré hacerlo.
El pordiosero se levantó refunfuñando de su asiento y empezó a encender la lumbre mientras por lo bajo iba diciendo:
-Poco favor me ha hecho el rey al casarme con esta criatura tan inútil ;mas poco he de poder o yo la acostumbraré a que sirva para todo.
Cuando el fuego estuvo a punto puso encima una cazuela con agua y unos mendrugos de pan,con lo que hizo unas sopas; después sacó del zurrón dos arenques ahumados y poniéndolo todo en una desvencijada mesa,invitó con un brusco gesto a la princesa a que tomase parte en el yantar.La desgraciada no se lo hizo repetir dos veces y con el apetito que tenía le supo aquella sopa y aquel arenque mejor que todos los faisanes que acostumbraba comer en el palacio del rey.Cuando terminaron la cena el mendigo le hizo lavar los platos y después le señaló unos sacos que había en un rincón,diciendole que aquello sería su cama.
Al día siguiente ,mientras el mendigo aún dormía,se levantó la princesa y tras muchas tentativas logró al fin que el fuego quedase encendido;puso a hervir unas sopas y mientras se cocía el desayuno ,echó agua en una palangana y procedió a lavarse y peinarse.Seguidamente cogió una escoba y empezó a barrer el suelo de la cabaña.El pordiosero ,con los ojos medio cerrados y fingiendo que dormía,la veía hacer.Apenas podía disimular una sonrisa que trataba de aflorar a sus labios."Esto va mejor de lo que yo esperaba",se decía.
Cuando el desayuno estuvo a punto y la choza aseada,la princesa se dirigió a la yacija en que su marido fingía dormir,y sacudiéndole tímidamente de un brazo,le dijo:-Cuando quieras puedes desayunar, pues ya está todo a punto.
Con lo que el hombre hizo como se despertase y levantándose fue a sentarse ante la humeante cazuela de sopas.Mientras él comía,la princesa lo contemplaba ansiosa,en espera de unas palabras de agradecimiento por haberle preparado el desayuno;mas el hombre comía en silencio,sin levantar una sola vez la vista para mirar a su esposa.
Cuando ya hubo terminado de desayunar se levantó dispuesto a salir de la choza.La princesa fue trás él y con tono  humilde que contrastaba con aquel altanero que siempre había usado ,preguntó a su esposo:
-¿Acaso no te han gustado las sopas que te he hecho que no quieres dirigirme ni un simple saludo?
-Mira mujer-contestó el pordiosero-las sopas no estaban del todo mal,pero procura poner un poquitín de sal,toda vez que la comida sin sal resulta poco apetitosa.Y ahora he de marcharme,pues quiero ver si consigo algo para la comida; ya no queda en casa ni un solo trozo de pan.
Con lo que,cogiendo el zurrón,salió,dejando sola a la princesa.Ésta se echó en los sacos dispuesta a desahogar su pena llorando,mas con gran sorpresa por su parte se dio cuenta que no sentía el menor deseo de llorar,sino todo lo contrario.
Al filo del mediodía regresó el mendigo a la choza y descolgando el zurrón de su hombro,puso sobre la mesa las vituallas que había conseguido;unas coles y unas pocas zanahorias ,un pan y una botella de vino.
Mientras su mujer ponía a hervir las coles y las zanahorias,el hombre dirigió una mirada entorno de la cabaña,quedando admirado de la transformación que había experimentado.
Los sacos de la yacija habían sido sacudidos y estaban en su sitio muy bien doblados;por ningún rincón se veía la más pequeña mota de polvo, y el fogón había sido frotado tan a conciencia,que brillaba como si fuese de oro.A pesar de la gran satisfacción que esto le produjo,no abandonó su gesto malhumorado,y cuando su mujer le avisó que ha podía sentarse a la mesa,lo hizo sin mirarla siquiera.La pobre princesa ,que esperaba una frase de gratitud de su marido,al ver que éste ni siquiera la miraba,se sentó frente a él y bajando la cabeza sobre el plato dejó que dos gruesas lagrimas se deslizasen por sus aterciopeladas mejillas......
Fueron transcurriendo los días sin que el mendigo pareciese darse cuenta de los esfuerzos que hacia la princesa por agradarle hasta que una vez.................(continuará)

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