-Mira mujer-le dijo el mendigo-;esta noche no podré regresar a casa,toda vez que por aquí la gente ya no me quiere dar mas limosnas y he decidido marchar a otro pueblo a probar suerte,y como está algo lejos me quedaré a dormir en cualquier pajar del camino;espero que no tendrás miedo de quedarte sola.
Nada contestó la infeliz princesa,mas cuando su marido hubo desaparecido se echó sobre la yacija y esta vez sí lloró...Lloró con sollozos que sacudían todo su cuerpo.
Mas no lloraba porque tuviese miedo de quedarse sola,sino porque él no la había invitado a que ella le acompañase...,y ella le amaba...,le amaba,sí ,como jamás hubiese creído que podría amar al más encumbrado de todos los príncipes...
Regresó el mendigo con el zurrón vacío.Nadie ,dijo,había querido socorrerle,con lo cual no sabia en qué forma arreglárselas para que no se muriesen de hambre.
-No te apures-le dijo la princesa-;yo trabajaré y con lo que gane con mi trabajo podremos comer los dos.
-¿Y en qué vas a trabajar tú,si nunca has sabido hacer nada de provecho?.Bien supo lo que hacía tu padre al entregarte aun mendigo;toda vez que de otro modo no hubiese encontrado quien quisiera cargar contigo.
La princesa sin resentirse de las crueles palabras de su marido,se quito un anillo que llevaba en el dedo y,entregándoselo,le dijo:-Toma este anillo y vendelo.No quería separarme de él por ser un recuerdo que conservaba de mi madre;mas en vista de las circunstancias me veo obligada a ello.Con lo que te den por él,compra unos cuantos cacharros de loza y yo iré a venderlos al mercado.
Así lo hicieron y el primer día que se celebró mercado en el pueblo vecino,allí se dirigió la antes altiva princesa con su pobre mercancía.
¡Qué verguenza pasaba la infeliz cuando algún zafio labriego se acercaba a ella atraído más por su belleza que por su mercancía!-Más de una vez los colores le salieron a la cara ante las groseras bromas de las otras vendedoras;mas todo lo daba por bien empleado cuando vio que los cacharros iban disminuyendo y las monedas aumentando en su bolsillo.¡ Ahora sí que su marido no podría decir que era una inútil! ¡Ahora sí que la princesa se sentía orgullosa! Pero qué diferente era el orgullo de ahora ,basado en saberse útil a la persona que amaba,de aquel necio orgullo de antes,pués se debía a su antipática v anidad.
Cuando llegó la hora de cerrar el mercado, al gentil vendedora no le quedaba un solo cacharro y rebosante de satisfacción esperaba el momento en que su marido pasase a recogerla para llevarla a su cabaña del bosque.Cuando llegó el pordiosero y vio el trabajo que había hecho su mujer,sintió una gran satisfacción,mas nada dijo,y en silencio emprendieron el regreso hacía la choza.Una vez en ella,comieron de las vituallas que habian adquirido en el pueblo y se dispusieron a descansar.
A la mañana siguiente compraron doble cantidad de cacharros que la vez anterior,y de nuevo pudo verse a la princesa vendedora detrás de su humilde puestecito en espera de los compradores.
Tampoco se presentaba mal el negocio aquel día,toda vez que ya llevaba vendida buena parte de las vajillas y la princesa sonreía feliz,ya que aquel día su marido,al despedirse de ella,le había dirigido unas frases de aliento y una sonrisa,y ella se dio cuenta de que ya no la consideraba como un parásito,sino como una buena compañera.De aquello a que la amase no había más que un paso y ese paso estaba segura que no tardaría en producirse.
De pronto ,un gran estruendo la despertó de sus ensueños.Levantó la cabeza asustada y lo que vio la hizo palidecer.
En el mercado había hecho irrupción un caballero,al parecer borracho,montado en un fogoso caballo y caballo y caballero se dirigían a toda velocidad hacia el pu esto de loza de la princesa.Cuando el animal estuvo en medio de la cacharrería empezó a caracolear,no dejando ninguna pieza sana;mientras tanto el caballero reía con grandes carcajadas sin reparar mientes en el desconsuelo de la pobre vendedora.Cuando aquel hombre consideró que ya se había divertido bastante,espoleó a su caballo y desapareció en medio de las maldiciones de todos los vendedores.
¡Pobre princesa! Adiós sus sueños de hacía unos instantes!¿Qué diria su marido cuando viese lo poco que había sabido defender su pobre mercancía? Más,¿qué podía haber hecho ella contra aquel poderoso animal y el caballero que lo montaba? Desconocía y prorrumpio en amargo llanto.Así la encontró el mendigo cuando poco después pasó a buscarla.
En silencio emprendieron el regreso hacia su humilde vivienda y aunque el hombre nada le reprochó,bien veía la princesa lo disgustado que estaba.
Con el poco dinero que les quedaba compraron nuevos cacharros y otra vez fue la desgraciada princesa a venderlos al mercado.No había hecho más que exponer los cacharros cuando el caballero de la víspera,divertido sin duda con lo sucedido el día anterior,se presentó de nuevo en el mercado y,lanzando su caballo en mitad de la loza,no paró hasta que la deshizo por completo.Conseguido su objetivo,desapareció de allí,sin preocuparse por el desespero que dejaba a sus espaldas.
Aquella vez no lloró la princesa.¿De qué le servirian sus lloros ya que con ellos nada remediaría? Esperó que llegase su marido y con gesto abatido,más elocuente que todas las palabras,le señaló el destrozo causado en los caharros.
Cuando llegaron a su vivienda el hombre,con rostro mas hosco que de costumbre dijo a su mujer:
-Bien veo el poco cuidado que pones en lo que haces,toda vez que por segunda vez has dejado que te rompiesen la loza.Como me he dado cuenta que no hay forma de que hagas nada útil,he pensado que lo mejor será que te lleve con tu padre y que él procure encontrar otro que cargue contigo.
La princesa ocultando el dolor que estas palabras le causaban,repuso serenamente:-Eres mi esposo y mi obligación es quedarme a tu lado; por lo tanto te ruego que me des otra oportunidad para demostrarte que no soy un ser inútil toda vez que lo sucedido no ha sido culpa mía.
-Bien le contestó el mendigo-;ya que te muestras tan humilde no tengo inconveniente en probarte de nuevo.Voy al pueblo a ver si consigo alguna cosa.
Al anochecer regresó el hombre a la cabaña y al preguntarle la princesa si había conseguido algo para ella contestó:
-Sí ;algo he encontrado para que trabajes,mas es un oficio tan humilde que dudo quieras desempeñarlo.
-Por humilde que sea no vaciles en decirmelo,pues estoy dispuesta a todo,con tal de no separarme de tu lado.
Entonces el mendigo le contó de qué se trataba.
-Por mediación de un amigo mío,que está de criado en el palacio del rey,me he enterado de que allí necesitan una criada para que lave los platos toda vez que el rey piensa celebrar grandes fiestas,sin que a nadie haya querido decir en qué consistirán y habiendo llegado ya muchos de los invitados no tiene bastante con el servicio que allí hay.
-¿Y cuando hay que estar allí?-preguntó la princesa.
-Mañana al romper el día.
-En cuanto amanezca me encontraré llevando a cabo mi cometido.
Tal como lo dijo lo hizo la princesa y a la mañana siguiente, apenas empezó a clarear,ya estaba lavando platos en el palacio del rey.Llegó en la noche a su casa y al ver que ya estaba esperando su marido,una sonrisa de felicidad iluminó su semblante.Den entre sus ropas sacó unos trozos de pan blanco como ya hacía mucho tiempo que no lo habían probado y unos suculentos muslos de ave y se los ofreció a su marido.(continuará)
1 comentario:
Hola hermanita, que bonito cuento, cómo no recordar estos cuentos tan bonitos, y sobre todo tienen un mensaje, sobre el orgullo, la vanidad, que en la vida estas actitudes no conducen a nada, de verdad un hermoso cuento, pero aún falta el final......... Un abrazote querida hermana.
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