viernes, 20 de julio de 2012

EL REY CUERVO ( parte 3)

-Mira mujer-le dijo el mendigo-;esta noche no podré regresar a casa,toda vez que por aquí la gente ya no me quiere dar mas limosnas y he decidido marchar a otro pueblo a probar suerte,y como está algo lejos me quedaré a dormir en cualquier pajar del camino;espero que no tendrás miedo de quedarte sola.
Nada contestó la infeliz princesa,mas cuando su marido hubo desaparecido se echó sobre la yacija y esta vez sí lloró...Lloró con sollozos que sacudían todo su cuerpo.
Mas no lloraba porque tuviese miedo de quedarse sola,sino porque él no la había invitado a que ella le acompañase...,y ella le amaba...,le amaba,sí ,como jamás hubiese creído que podría amar al más encumbrado de todos los príncipes...
Regresó el mendigo con el zurrón vacío.Nadie ,dijo,había querido socorrerle,con lo cual no sabia en qué forma arreglárselas para que no se muriesen de hambre.
-No te apures-le dijo la princesa-;yo trabajaré y con lo que gane con mi trabajo podremos comer los dos.
-¿Y en qué vas a trabajar tú,si nunca has sabido hacer nada de provecho?.Bien supo lo que hacía tu padre al entregarte aun mendigo;toda vez que de otro modo no hubiese encontrado quien quisiera cargar contigo.
La princesa sin resentirse de las crueles palabras de su marido,se quito un anillo que llevaba en el dedo y,entregándoselo,le dijo:-Toma este anillo y vendelo.No quería separarme de él por ser un recuerdo que conservaba de mi madre;mas en vista de las circunstancias me veo obligada a ello.Con lo que te den por él,compra unos cuantos cacharros de loza y yo iré a venderlos al mercado.
Así lo hicieron y el primer día que se celebró mercado en el pueblo vecino,allí se dirigió la antes altiva princesa con su pobre mercancía.
¡Qué verguenza pasaba la infeliz cuando algún zafio labriego se acercaba a ella atraído más por su belleza que por su mercancía!-Más de una vez los colores le salieron a la cara ante las groseras bromas de las otras vendedoras;mas todo lo daba por bien empleado cuando vio que los cacharros iban disminuyendo y las monedas aumentando en su bolsillo.¡ Ahora sí que su marido no podría decir que era una inútil! ¡Ahora sí que la princesa se sentía orgullosa! Pero qué diferente era el orgullo de ahora ,basado en saberse útil a la persona que amaba,de aquel necio orgullo de antes,pués se debía a su antipática v anidad.
Cuando llegó la hora de cerrar el mercado, al gentil vendedora no le quedaba un solo cacharro y rebosante de satisfacción esperaba el momento en que su marido pasase a recogerla para llevarla a su cabaña del bosque.Cuando llegó el pordiosero y vio el trabajo que había hecho su mujer,sintió una gran satisfacción,mas nada dijo,y en silencio emprendieron el regreso hacía la choza.Una vez en ella,comieron de las vituallas que habian adquirido en el pueblo y se dispusieron a descansar.
A la mañana siguiente compraron doble cantidad de cacharros que la vez anterior,y de nuevo pudo verse a la princesa vendedora detrás de su humilde puestecito en espera de los compradores.
Tampoco se presentaba mal el negocio aquel día,toda vez que ya llevaba vendida buena parte de las vajillas y la princesa sonreía feliz,ya que aquel día su marido,al despedirse de ella,le había dirigido unas frases de aliento y una sonrisa,y ella se dio cuenta de que ya no la consideraba como un parásito,sino como una buena compañera.De aquello a que la amase no había más que un paso y ese paso estaba segura que no tardaría en producirse.
De pronto ,un gran estruendo la despertó de sus ensueños.Levantó la cabeza asustada y lo que vio la hizo palidecer.
En el mercado había hecho irrupción un caballero,al parecer borracho,montado en un fogoso caballo y caballo y caballero se dirigían a toda velocidad hacia el pu esto de loza de la princesa.Cuando el animal estuvo en medio de la cacharrería empezó a caracolear,no dejando ninguna pieza sana;mientras tanto el caballero reía con grandes carcajadas sin reparar mientes en el desconsuelo de la pobre vendedora.Cuando aquel hombre consideró que ya se había divertido bastante,espoleó a su caballo y desapareció en medio de las maldiciones de todos los vendedores.
¡Pobre princesa! Adiós sus sueños de hacía unos instantes!¿Qué diria su marido cuando viese lo poco que había sabido defender su pobre mercancía? Más,¿qué podía haber hecho ella contra aquel poderoso animal y el caballero que lo montaba? Desconocía y prorrumpio en amargo llanto.Así la encontró el mendigo cuando poco después pasó a buscarla.
En silencio emprendieron el regreso hacia su humilde vivienda y aunque el hombre nada le reprochó,bien veía la princesa lo disgustado que estaba.
Con el poco dinero que les quedaba compraron nuevos cacharros y otra vez fue la desgraciada princesa a venderlos al mercado.No había hecho más que exponer los cacharros cuando el caballero de la víspera,divertido sin duda con lo sucedido el día anterior,se presentó de nuevo en el mercado y,lanzando su caballo en mitad de la loza,no paró hasta que la deshizo por completo.Conseguido su objetivo,desapareció de allí,sin preocuparse por el desespero que dejaba a sus espaldas.
Aquella vez no lloró la princesa.¿De qué le servirian sus lloros ya que con ellos nada remediaría? Esperó que llegase su  marido y con gesto abatido,más elocuente que todas las palabras,le señaló el destrozo causado en los caharros.
Cuando llegaron a su vivienda el hombre,con rostro mas hosco que de costumbre dijo a su mujer:
-Bien veo el poco cuidado que pones en lo que haces,toda vez que por segunda vez has dejado que te rompiesen la loza.Como me he dado cuenta que no hay forma de que hagas nada útil,he pensado que lo mejor será que te lleve con tu padre y que él procure encontrar otro que cargue contigo.
La princesa ocultando el dolor que estas palabras le causaban,repuso serenamente:-Eres mi esposo y mi obligación es quedarme a tu lado; por lo tanto te ruego que me des otra oportunidad para demostrarte que no soy un ser inútil toda vez que lo sucedido no ha sido culpa mía.
-Bien le contestó el mendigo-;ya que te muestras tan humilde no tengo inconveniente en probarte de nuevo.Voy al pueblo a ver si consigo alguna cosa.
Al anochecer regresó el hombre a la cabaña y al preguntarle la princesa si había conseguido algo para ella contestó:
-Sí ;algo he encontrado para que trabajes,mas es un oficio tan humilde que dudo quieras desempeñarlo.
-Por humilde que sea no vaciles en decirmelo,pues estoy dispuesta a todo,con tal de no separarme de tu lado.
Entonces el mendigo le contó de qué se trataba.
-Por mediación de un amigo mío,que está de criado en el palacio del rey,me he enterado de que allí necesitan una criada para que lave los platos toda vez que el rey piensa celebrar grandes fiestas,sin que  a nadie haya querido decir en qué consistirán y habiendo llegado ya muchos de los invitados no tiene bastante con el servicio que allí hay.
-¿Y cuando hay que estar allí?-preguntó la princesa.
-Mañana al romper el día.
-En cuanto amanezca me encontraré llevando a cabo mi cometido.

Tal como lo dijo lo hizo la princesa y a la mañana siguiente, apenas empezó a clarear,ya estaba lavando platos en el palacio del rey.Llegó en la noche a su casa y al ver que ya estaba esperando su marido,una sonrisa de felicidad iluminó su semblante.Den entre sus ropas sacó unos trozos de pan blanco como ya hacía mucho tiempo que no lo habían probado y unos suculentos muslos de ave y se los ofreció a su marido.(continuará)


martes, 10 de julio de 2012

EL REY CUERVO (parte 2)

La princesa dejó oir una de sus insolentes carcajadas y corrió escaleras arriba hacia sus habitaciones.Cuando el salón estuvo completamente desierto, el Rey Cuervo,que había oído lo dicho por el rey a su hija,salió de su escondite y se deslizó hasta la salida,donde esperaba su carroza.Una sonrisa vagaba por sus labios;aquella doncella,a pesar de sus burlas,habíale llegado al corazón y estaba dispuesto a casarse con ella.¡Ya sabría él domar su orgullo una vez que fuese su esposa!
Apenas amaneció el día siguiente,un harapiento pordiosero llamaba a las puertas de palacio,en demanda de alguna de las sobras de la fiesta de la noche anterior.
El rey ,que no había podido dormir ni siquiera un momento,atormentado por la insoportable actitud de su hija,al oir llamar a la puerta de palacio se asomó a un balcón y al ver quién era el solicitante,hizo que lo llevasen a su presencia.
-Si yo te lo ordenase-le dijo-¿te casarías con mi hija?
-Señor,como buen súbito de vuestra majestad-contestó el pordiosero-dispuesto estoy a cumplir todo cuanto me ordenéis.Con lo que el rey hizo llamar a su hija y,a pesar de sus protestas,hizo que allí mismo quedase convertida en esposa del pordiosero.Inmediatamente después salieron los nuevos consortes de palacio,dirigiendose hacia la lejana choza en que tenía su cobijo el mendigo.
Al principio la princesa se negaba a seguir a su marido,más éste ,de un empujón la hizo pasar delante suyo;después le mostró con un gesto el garrote que llevaba en la mano,con lo que la princesa no tuvo mas remedio que marchar delante del mendigo.
Caminaron horas y horas,hasta que la princesa,pese a que se habia propuesto no dirigir la palabra a aquel harapiento pordiosero,se dejó caer en el suelo y le rogó que le dejase descansar unos momentos.Accedió el pordiosero, y sentándose algo retirado de su mujer,abrió el zurrón que llevaba y,sacando un pan y un pedazo de queso,púsose tranquilamente a comer,sin invitar a la princesa;ésta ,que con tanto caminar sentía que se le había despertado el apetito,de buena gana habría aceptado compartir la comida con su marido;mas en vista de que éste no le ofrecía nada,se acordó de que era una  orgullosa princesa y prefirió pasar hambre antes que humillarse en solicitar un poco de alimento.
Con toda la cachaza terminó el mendigo su pan y su queso,y como ya se iba haciendo de noche se puso en pie y sin dirigir una mirada a su esposa volvió a ponerse en marcha.La princesa ,resentida con el pordiosero por no haberle ofrecido de comer,había decidido en su fuero interno que no le seguiría;mas al ver que éste se marchaba sin decirle una palabra,y temerosa de quedarse sola en el bosque,se levantó trabajosamente y fuese en pos de él.Aún caminaron un buen rato y cuando ya era noche cerrada llegaron a la vista de una pobre cabaña en la que entró el mendigo y tras él la princesa.
-Desde hoy-dijo el hombre-ésta será tu morada.Espero que sabrás tenerla limpia y aseada,toda vez que aquí hemos de convivir.-Sacó un trozo de vela de una alacena y,encendiéndola,ordenó a su esposa-:Enciende el fuego y mira si en el zurrón hay algo para la cena ,pués tengo mucho apetito y deseo comer pronto para echarme a dormir.
La desgraciada princesa se arrodilló delante del fogón,pero por más esfuerzos que hizo no consiguió enceder el fuego.Tras sus inútiles esfuerzos volvió el tiznado rostro hacía donde se hallaba el mendigo,el cual la había estado observando con los ojos medios cerrados,y con lágrimas en los ojos le dijo:
-Ya vez que por más esfuerzos que hago no consigo encender el fogón;te ruego me digas cómo se hace y prometo que la proxima vez sabré hacerlo.
El pordiosero se levantó refunfuñando de su asiento y empezó a encender la lumbre mientras por lo bajo iba diciendo:
-Poco favor me ha hecho el rey al casarme con esta criatura tan inútil ;mas poco he de poder o yo la acostumbraré a que sirva para todo.
Cuando el fuego estuvo a punto puso encima una cazuela con agua y unos mendrugos de pan,con lo que hizo unas sopas; después sacó del zurrón dos arenques ahumados y poniéndolo todo en una desvencijada mesa,invitó con un brusco gesto a la princesa a que tomase parte en el yantar.La desgraciada no se lo hizo repetir dos veces y con el apetito que tenía le supo aquella sopa y aquel arenque mejor que todos los faisanes que acostumbraba comer en el palacio del rey.Cuando terminaron la cena el mendigo le hizo lavar los platos y después le señaló unos sacos que había en un rincón,diciendole que aquello sería su cama.
Al día siguiente ,mientras el mendigo aún dormía,se levantó la princesa y tras muchas tentativas logró al fin que el fuego quedase encendido;puso a hervir unas sopas y mientras se cocía el desayuno ,echó agua en una palangana y procedió a lavarse y peinarse.Seguidamente cogió una escoba y empezó a barrer el suelo de la cabaña.El pordiosero ,con los ojos medio cerrados y fingiendo que dormía,la veía hacer.Apenas podía disimular una sonrisa que trataba de aflorar a sus labios."Esto va mejor de lo que yo esperaba",se decía.
Cuando el desayuno estuvo a punto y la choza aseada,la princesa se dirigió a la yacija en que su marido fingía dormir,y sacudiéndole tímidamente de un brazo,le dijo:-Cuando quieras puedes desayunar, pues ya está todo a punto.
Con lo que el hombre hizo como se despertase y levantándose fue a sentarse ante la humeante cazuela de sopas.Mientras él comía,la princesa lo contemplaba ansiosa,en espera de unas palabras de agradecimiento por haberle preparado el desayuno;mas el hombre comía en silencio,sin levantar una sola vez la vista para mirar a su esposa.
Cuando ya hubo terminado de desayunar se levantó dispuesto a salir de la choza.La princesa fue trás él y con tono  humilde que contrastaba con aquel altanero que siempre había usado ,preguntó a su esposo:
-¿Acaso no te han gustado las sopas que te he hecho que no quieres dirigirme ni un simple saludo?
-Mira mujer-contestó el pordiosero-las sopas no estaban del todo mal,pero procura poner un poquitín de sal,toda vez que la comida sin sal resulta poco apetitosa.Y ahora he de marcharme,pues quiero ver si consigo algo para la comida; ya no queda en casa ni un solo trozo de pan.
Con lo que,cogiendo el zurrón,salió,dejando sola a la princesa.Ésta se echó en los sacos dispuesta a desahogar su pena llorando,mas con gran sorpresa por su parte se dio cuenta que no sentía el menor deseo de llorar,sino todo lo contrario.
Al filo del mediodía regresó el mendigo a la choza y descolgando el zurrón de su hombro,puso sobre la mesa las vituallas que había conseguido;unas coles y unas pocas zanahorias ,un pan y una botella de vino.
Mientras su mujer ponía a hervir las coles y las zanahorias,el hombre dirigió una mirada entorno de la cabaña,quedando admirado de la transformación que había experimentado.
Los sacos de la yacija habían sido sacudidos y estaban en su sitio muy bien doblados;por ningún rincón se veía la más pequeña mota de polvo, y el fogón había sido frotado tan a conciencia,que brillaba como si fuese de oro.A pesar de la gran satisfacción que esto le produjo,no abandonó su gesto malhumorado,y cuando su mujer le avisó que ha podía sentarse a la mesa,lo hizo sin mirarla siquiera.La pobre princesa ,que esperaba una frase de gratitud de su marido,al ver que éste ni siquiera la miraba,se sentó frente a él y bajando la cabeza sobre el plato dejó que dos gruesas lagrimas se deslizasen por sus aterciopeladas mejillas......
Fueron transcurriendo los días sin que el mendigo pareciese darse cuenta de los esfuerzos que hacia la princesa por agradarle hasta que una vez.................(continuará)